Desde el alma
Siempre
pensé, cual será mi propósito en la vida? Que hacía aquí?
Los tiempos
eran difíciles para todos en aquellos años, la vida era sórdida y con muchas
carencias y la mente inocente de una niña venida a este mundo bajo el amparo de
una familia de inconscientes emocionales y cuyo deseo más profundo era agradar
a sus padres; viajaba y viajaba entre bambalinas de un teatro que apenas
ofrecía consuelo a tanto deseo de encajar.
El miedo fue
lo que me hizo ser una niña retraída que tenía amigas pero
que ninguna de ellas me parecía de verdad, sin embargo dentro de mí crecía el
sentimiento o más bien la seguridad de que yo era distinta a
todos ellos….. No sé cómo explicarlo, en el fondo me sentía muy diferente, como
si aquello que me tocaba vivir fuese una gran jugarreta, que no era de aquí;
no era de un mundo desgraciado...
En base al
miedo construí mi personaje. La niña buena y obediente incapaz de levantar la
voz o de hacer travesuras, la retraída e insegura Montse que ahora os escribe
con profunda compasión y amor hacia lo que fue y lo que siguió siendo durante
años; la que consintió heridas y palabras ahogadas; la que se odió y odió en
silencio, la que se rodeó de crueles maestros a los que ahora está
profundamente agradecida; la que se olvidó de ella misma encerrando y
protegiendo su alma de la única forma que sabía.
Sin embargo,
la vida es maravillosa; cada día nos muestra la entrada a ese camino, un camino
de silencio y quietud sanadora; un sendero de reencuentro y reconocimiento cuyo
único requisito para entrar es la valentía.
Y comencé en entrever mi propia alma. Tan
desconocida como olvidada.
Empecé a observar y día a día me daba más cuenta de cuan integrada
estaba con lo que más me irritaba.....
Ahora
entiendo que mi verdadero propósito en la vida era ser yo misma y amarme, arroparme y
aceptarme de una forma tal que el miedo dejase de ser protagonista.
Ahora
comprendo que el dolor no lo provoca la escena dolorosa que estamos viviendo en
el presente sino que ésta conecta con el dolor que cargamos durante toda la
vida; que la rabia, la angustia, la cobardía, los celos y demás emociones
dolorosas o bloqueantes, son hijos de ese miedo ancestral.
Por tanto,
nuestra única tarea es la de limpiar, limpiar y limpiar desde un profundo
estado de quietud y compasión, todo el dolor y el miedo enquistado en nuestra
alma sin olvidar una gran dosis de alegría en cada paso que damos.
He de decir que las Esencias Florales fueron mi tabla de salvación; la única terapia que consiguió apartar el dolor de una forma tan sutil y amorosa que las tomé como amigas eternas.
Ahora mi alma está tranquila y desde ella os mando un fuerte abrazo.
Montse.
Comentarios